Javier se suicidó. Se suicidó porque su mujer rechazó, por error, una encomienda que él había pedido con productos para vender, previo depósito bancario.
Su mujer, Verónica, había ido a su casa a buscar unas últimas cosas antes de mudarse a un lujoso departamento al centro. Se mudaba luego de descubrir que su esposo había perdido el trabajo. Lo había perdido porque se había acostado con una colega, que era la novia oculta de su jefe, casado.
Javier había caído en ese amorío tras los constantes rechazos de su esposa, quién atravesaba hacía tiempo una gran depresión, luego de despedir a su hijo hacia España, quién una vez allá conoció a una francesa que lo enamoró y lo casó a la distancia.
Durante los casi 11 meses de lejanía de Nahuel, su hijo, Verónica había planeado una visita a Europa que le quitaba más que el sueño. Por motivos laborales no había podido hacerlo, por lo que tenía cantidad de dinero ahorrado, y de sobra.
Luego de una variedad de entrevistas de trabajo poco atractivas que Javier no había logrado pasar (ni había querido), fue a visitar a sus padres, a quienes no veía desde que era un joven rebelde y con pocas ideas, para pedir dinero y salvar la hipoteca, tras el abandono de su mujer. Por otro lado, sus padres, eran unos autoritarios que nunca habían aceptado nada de su forma de vida, ni su elección matrimonial ni sus estudios, ni su ex trabajo. Ahora tampoco aceptaban hacerse cargo de su error. Salió como entró, sin plata y sin padres.
Ante la inminente caída de lo último real que le quedaba, su casa, en una desesperada elección tomó los ahorros de Verónica con el fin de hacer una compra de cuatro equipos de antenas parabólicas, kit completo con aparatos de orientación de la misma para ver televisión satelital. Juró devolver, luego de recuperarlos con ganancias, peso a peso antes de que ella se enterase. Por lo visto su mujer se enteró. Y Javier se suicidó.
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