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martes, 5 de abril de 2011

DINERO FÁCIL

Hoy me levanté decidida a jugar a la quiniela. Jugar a la quiniela me hace sentir vieja, y aunque sé que no lo soy, un poco esquivo decirlo. En realidad me gustan todos los juegos, aunque no tanto como las apuestas. Me gusta apostar, pero nunca juego a la quiniela.
Tengo la habilidad de hacer todo un "qué apostamos" o "bueno, pero juguemos por algo". No tengo una adicción definida, aunque he sabido, por extrema experiencia, que perder te lleva a jugar cada vez más (una ecuación poco racional).
¿Dije que no tenía una adicción definida?. Bueno, en realidad no creo tener ni siquiera una adicción, es más bien una necesidad. En algún momento de ansiedad llegué a pensar que era un buen trabajo, pero siempre supe que requiere de inteligencia, concentración, dedicación, un buen monto para iniciar y la carencia de varias cosas que están bien vistas en la sociedad.
Tampoco creo que me guste tanto como para hacerlo todo el día. Me gusta el juego, más las apuestas, pero mucho más la plata. La plata fácil, esa que sabe a victoria, que tiene olor a triunfo, que no se victimiza por el trabajo, que tiene aire de soberbia.
Sí, me gusta el dinero soberbio, ese que se alardea, que le dice a los demás "vamos, ahora diganme que es cualquiera lo que hago. Ya quisieran ustedes tener esto en la mano, ya quisieran haber ganado", mientras escucha frases en tono de chiste que te dicen: Tirá algo para acá.
Ahora no solo mi dinero es soberbio, yo también lo soy, soy más que ellos, supe ver antes, supe arriesgar, y encima me divertí.
Saber jugar es tener claro que siempre se gana, de la boca para afuera. Las perdidas no se cuentan. Nadie que sepa jugar pierde, por eso todos siempre perdemos más de lo que ganamos.
En mi familia siempre se repitió la frase "el dinero que fácil llega, fácil se debe ir", cada vez que encontrábamos algo o lo ganábamos. Pues bien, supongo que el inconsciente familiar es algo que se arrastra toda la vida, y yo también lo arrastré. Entonces viene el momento del dinero fácil, el que se multiplicó por un sueño, un cumpleaños o una fecha importante. El que ahora es mucho más que el que te ganaste con el sudor de tu frente, no es honrado, se tiene que ir fácil, pero la ambición es peor. Entonces lo lógico es, teniendo un monto importante, volver a jugarlo a otro numero que quisiste antes cuando no te alcanzaba para tanto, porque de ganar... ganás mucho más, y sucede que lo perdés. Lo perdés porque en el fondo querías perderlo, te pesaba demasiado, pero no podés evitar angustiarte, enojarte, arrepentirte. Es tarde otra vez.
Ahora volvés a ser nada, volvés a donde empezaste, no sos un visionario, no tenés soberbia, nada sabe a victoria y mirás el reloj porque se te hace tarde para ir a trabajar.


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